Desde
tiempos anteriores hasta nuestros días es costumbre de algunos pescadores salir
a pescar a partir de la media noche para realizar su faena de pesca a cordel a
orillas de playa.
Cuentan que
un día, un pescador salió a realizar su faena de pesca como todos los días,
cruzaba como siempre por el parque principal del distrito, cuando divisó a lo
lejos que se abrieron las puertas de la iglesia y que habían varias personas
que salían acompañando la procesión con velas encendidas; sorprendido por la
procesión y la gente que acompañaba a ésta, vestida con túnicas negras, hizo un
señal de la cruz mostrando respeto y se dijo asimismo que acompañaría un
momento; el pescador se acercó pero no divisaba bien qué era lo que cargaban en
hombros. Las personas que acompañaban tapaban el cajón para que él no lo viera;
mientras eso ocurría, uno de ellos se acercó a él y le entregó una vela
encendida, en la recibió y acompañó la procesión que dio una vuelta en el
parque; sorprendido que no recorriera las calles preguntó ¿por qué sólo la
vuelta al parque? y el que le entregó la vela le contestó que es costumbre de
ellos realizar esta procesión en noviembre solo por 2 días y a la media noche,
y que mañana lo esperaban a la misma hora. Impresionado y alegre por la acción
que había realizado se dirigió a su hogar, apagó la vela y la colocó debajo de
su almohada. Al día siguiente, por la mañana, le contó a su esposa lo que le
había sucedido, su esposa sorprendida preguntó a los vecinos y a aquellas
personas que paraban en la iglesia y ellas le manifestaron que ninguna
procesión había salido y ni sale a esa hora; asustada, ella regresó a su casa,
le contó a su esposo y le dijo que sacara la vela que le habían dado, su esposo
asustado fue a sacar la vela debajo de la almohada y se dio con la sorpresa que
no era una vela si no un hueso que formaba parte de la pierna de un ser humano;
asustado y muy pálido comenzó a temblar y se desmayó, su esposa asustada pidió
ayuda, los vecinos acudieron a socorrerlo y cuando comenzó a reaccionar ellos
le pidieron que contara como había sucedido todo, el pescador contó todo y
ellos le dijeron que tenía que ir a la misma hora que le habían citado y
encontrar a la persona que le entregó la vela, porque de lo contrario se lo
llevarían; asustado y con fiebre, el pescador esperó que llegue la media noche
pero le decía a su esposa que no sabría cómo reconocer a la persona que le
entregó la vela porque no le vio la cara, ella le contestó que tenga fe que
ella rezará para que lo encuentre. Llegó la media noche y el Sr. esperaba que
las puertas de la iglesia se abrieran, muy asustado él, recordó lo que le dijo
uno de sus vecinos, que mirara las piernas de las personas que se encontraban
en la procesión y a la que note el que le falta algo le entregue el hueso. El
Pescador comenzó a observar que las puertas de la iglesia se abrían, entonces
no dejó de mirar las piernas de las personas que salían de la iglesia y una vez
que divisó a aquella no le perdió la mirada, por más que las otras trataban de
cubrirla, él se fue acercando hasta llegar. Llegó a ella y le entregó el hueso,
entonces el ánima alzó su túnica y se colocó el hueso, hecho esto de inmediato
la procesión no avanzó y regresó a la iglesia; el pescador sorprendido por que
el ánima se quedó a su lado, sintió que ésta le toco el hombro y luego regresó
al lado de las demás ánimas que entraban con la procesión de regreso a la
iglesia, y recién pudo percatarse que era un ataúd de muerto el que paseaban.
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